La incorporación de la mujer al mercado de trabajo y al conjunto de los escenarios de la vida económica y social, una ardua tarea para sus protagonistas, pero un gran éxito de nuestra sociedad y nuestro Estado democrático, que han debido activar este proceso en mucho menos tiempo que otros países de nuestro entorno europeo, se ha producido con algunos desfases en el reparto de papeles y tareas familiares en el ámbito privado.

La incorporación de las mujeres al espacio público ha sido una de las mayores revoluciones del siglo XX, pero es todavía una revolución incompleta. El cambio observado entre las mujeres se ha visto acompañado por una resistencia al cambio, tanto en la organización del espacio público como en la corresponsabilización de los varones en el trabajo doméstico; ambos siguen comportándose como si nada hubiera cambiado.