Mary Wollstonecraft, com mujer y como intelectual, encarnó en su vida y en su obra, de la manera más extraordinaria, las grandes corrientes de pensamiento y tensión (públicas y privadas) de su época y país.

Poulain de la Barre, discípulo de Descartes, destina esta obra, al igual que sus demás tratados, a la difusión de la filosofía cartesiana; se inscribe dentro de la polémica de las mujeres que se extiende en el ámbito mundano y cortesano de la segunda mitad del siglo XVII, y centra el debate sobre la igualdad de los sexos en la instrucción femenina, cuestión que será crucial en los siglos venideros.

Esta obra es un alarde de erudición, con el pretexto de hablar de la educación, en el que antiguos y modernos se dan la mano y en el que deliberadamente se entronca el humanismo español con las nuevas corrientes. Se trata de un texto contradictorio y lleno de claves en el que el pensamiento pedagógico de su época está muy bien reflejado, aunque resulta sorprendente, hacia 1790, su apuesta por la educación doméstica. Hace constantes alusiones a la política, a la urbanidad o a la civilidad, como comportamientos propios de sociedades modernas.